8 oct 2012

El poder en la era de las redes sociales | Manuel Castells

He dedicado los últimos años a analizar cómo se construyen las relaciones de poder en la sociedad moderna que llamo sociedad red. Empezaré diciendo que las relaciones de poder son los lazos fundacionales de la sociedad porque quienes tienen el poder definen las reglas y las normas sobre las cuales ésta se organiza.


Por tanto, entender cómo se forma el poder es entender la matriz, el código fuente de la sociedad. Naturalmente, hay distintas formas de poder y distintas articulaciones de poder. No hay una forma, un poder, sino una serie de relaciones de poder articuladas y, por tanto, donde hay poder siempre hay un contrapoder. Si tuviéramos que elegir una ley básica de las sociedades es que donde hay dominación hay resistencia a la dominación, donde hay poder hay contrapoder. Realmente la sociedad se construye con base en intentos constantes de dominación y sus contrapartes. En eso consiste la dinámica del cambio social, pues en cada momento lo que estamos viviendo son relaciones institucionales de dominación que persisten hasta que entran en conflicto con nuevas formas de resistencias a la dominación.
Pues bien, a lo largo de la historia, la comunicación y la información han sido las fuentes fundamentales del poder y del contrapoder, de la dominación y del cambio social. Y ello es debido a que la batalla fundamental se da en las mentes de las personas. Es ahí donde existe el poder: el poder está en nosotros, en nuestras mentes. Si nosotros pensamos de una determinada manera que sirve a determinados intereses y valores, ése es el poder que se está manifestando en nuestra práctica, y de ahí la idea de que las relaciones de poder están absolutamente ligadas a las relaciones que unos llaman de influencia, otros llaman de control social, otros llaman de persuasión. 

Cierto es que el poder también se basa, de acuerdo a la vieja tradición de Maquiavelo y Max Weber, en el monopolio legítimo o ilegítimo de la violencia. Quienes controlan los medios de la violencia tienen una capacidad de imponer sus intereses. Pero hay otra tradición en las ciencias sociales y otra práctica histórica, de Bertrand Russell a Foucault, en que la capacidad de modelar lo que ocurre en nuestras mentes y en las culturas se desarrolla a través de la persuasión y la negociación colectiva, es también la tradición que aplicó en algún momento Gramsci en términos del concepto de la hegemonía como construcción de una serie de ideas que se internalizan y que hacen que la sociedad pueda funcionar en un determinado sentido. De hecho, yo diría que un sistema de poder que se basa sólo en la coacción es un poder débil, porque si una gran parte de las personas son capaces de pensar diferente y de atreverse a traducir en la práctica ese pensar diferente, ese poder coactivo acaba disolviéndose. Torturar los cuerpos es menos efectivo que modelar las mentes.

Si la batalla del poder es una batalla que se juega en nuestras mentes, resulta que nuestras mentes viven inmersas en un entorno de comunicación de donde reciben las señales con las que se activan las emociones, se generan los sentimientos y se forman las decisiones. Por consiguiente, existe una relación básica entre comunicación y poder. Esto no es nuevo, siempre ha sido así, pero se ha acentuado profundamente en lo que llamo la sociedad red, una sociedad en la que las redes de comunicación interactiva de base electrónica y transmisión digital organizan el conjunto de las prácticas sociales del planeta en términos de la interacción de lo global y lo local.

Empiezo por la conclusión: la comunicación es el espacio en el que se construyen las relaciones de poder. Lo cual no quiere decir que los medios de comunicación tengan el poder. Esto empíricamente es falso: no tienen el poder. Son mucho más importantes que eso, porque son el espacio donde se construye el poder. Cualquier tipo de poder tiene que pasar por el espacio de la comunicación para llegar a nuestras mentes. 

Ahora bien, sea para convencernos que hay que actuar de cierto modo o que no se puede hacer algo de otra manera, las relaciones de poder no consisten, necesariamente, en provocar la adhesión, también pueden generar resignación y fatalismo, que se expresan en la visión de que todo es igual y todos son igual de malos y yo me quedo en mi casa, cierro la ventana y me monto en mi vida porque nada tiene arreglo.

Hemos pasado del optimismo al pesimismo histórico, porque la regla fundamental que sigue todo el mundo es que las cosas pueden ser todavía mucho peores. Ése es un mecanismo concreto de manipulación y que pasa a través de la construcción del espacio de la comunicación. 

La principal forma de comunicación para cambiar e influenciar la mente de los ciudadanos son los llamados medios de comunicación de masas, que funcionan en la articulación de prensa escrita, televisión y radio. La prensa escrita genera las primeras ideas e informaciones, no solamente políticas, sino parapolíticas, es decir, todas las informaciones que construyen nuestro universo mental aunque no tengan nada que ver directamente con el sistema político. La televisión es el medio que lo difunde masivamente y la radio hace la relación personalizada, poco interactiva, pero con mayor nivel de interactividad.

Como los mensajes políticos sólo llegan a los ciudadanos a través de los medios de comunicación, el lenguaje de la política tiene que adaptarse al de los medios. Y en ese sentido toda la política es mediática. Lo que no existe en el espacio de la comunicación deja de existir, punto. Puede existir como relación individual, pero no existe como comunicación socializada. 

Ahora bien, esto no es la dictadura de los medios, porque los medios en principio son plurales, incluso en sociedades dictatoriales. Si hablamos de sociedades democráticas, siempre hay una diversidad y una pluralidad. En parte porque tienen que mantener una cierta credibilidad, y en parte porque los periodistas profesionales luchan por su autonomía como individuos y como profesionales, y aunque muchos fallan en su empeño, de todas maneras siempre hay una cierta negociación, ya sea con el dueño del medio de comunicación o con el partido que está detrás de dicho propietario. El proceso siempre es más complejo que la simple entrega de órdenes a seguir.

Sin embargo, todos los medios están sesgados por su necesidad de responder a un objetivo esencial, que es ganar audiencia, tanto por razones económicas, porque eso implica la publicidad, como por razones de aumentar influencia porque así tienen un uso político e ideológico para el gobierno o partido.

De ahí que hay un delicado equilibrio en los medios: son claramente ideológicos, pero no pueden llegar a ser extremistas porque entonces no los leen más que los de su partido. Aunque hay que insistir en que en los últimos años, junto a los medios, digamos profesionales, hay un crecimiento rápido de lo que llamo el periodismo militante, que antes tenía una buena prensa, porque eran los militantes que hacían periodismo, pero hoy en día el periodismo militante por lo general es muy de derecha y muy conservador, y utilizan el sesgo ideológico abierto como modelo de negocio. Para no entrar directamente en polémicas locales pondré un ejemplo de otro planeta: Fox News. En Estados Unidos, su modelo es sesgar la realidad deliberadamente para dirigirse al electorado más de derecha de Estados Unidos que son un 25%. Me refiero a los que creían que Bush fue llamado por Dios para ir a la guerra de Irak, literalmente. Si a esto se añade el 5% o 10% más de audiencia, por otros motivos, se convierten en la primera cadena de televisión en Estados Unidos. Por tanto, es un modelo de negocio que funciona y hay muchos otros ejemplos en el mundo.

Esto se basa en algo que los investigadores en comunicación saben bien: que la mayor parte de las personas no leen los periódicos ni ven la televisión para informarse, sino para confirmar lo que ya piensan. Como cada vez hay más polarización cultural, ideológica y política en todos los países, el papel del medio profesional del centro se va rompiendo. 
Si hablamos de España, de Francia o de Estados Unidos hay una segmentación ideológica y política en los medios. Entonces es ahí donde se produce el heroísmo de los periodistas, que algo tienen de héroes, que circulan entre estos distintos medios y que intentan en cada caso ver cómo pueden trabajar la información y al mismo tiempo tener en cuenta no simplemente lo que les dice su jefe, sino también que la audiencia está buscando cierto tipo de información.

Así pues la política es mediática y los medios sesgan la información sobre determinados procesos. Lo más importante del sesgo en comunicación no es lo que dicen los medios sino lo que no dicen. Es el mecanismo esencial del “gatekeeping” o la “agenda setting”, es decir, cada día se decide qué es lo importante para publicar o no publicar, decir o no decir, con qué prioridad, tiempo, en qué lugar y con cuanta visibilidad.

Entonces, si los medios son así y la política es mediática, ¿cómo funciona? Las personas no leen los programas políticos, no los leen ni siquiera quienes los escriben, se leen los titulares de los programas en los medios, cuando los leen. Pero lo más importante es cuál es el mensaje político central en un sistema mediático. Es el mensaje más simple, una persona, un rostro humano. Ése es el mensaje fundamental en política en todo el mundo. ¿Por qué? Porque finalmente la gente se fía de una persona. Establecen un vínculo fundamentalmente emocional con una persona y, por tanto, le asignan al mensaje un rostro humano. Hay un vínculo directo entre la política mediática como política esencialmente dominante y la política ligada a la persona. Es la personalización de la política. En todos los sistemas políticos de este momento, lo más importante es la persona que representa el liderazgo de la opción política. Es la venta de una persona.

Si la confianza en la persona es el mensaje, la forma fundamental de nuestra política es la destrucción de la credibilidad y de la fiabilidad de la persona. O sea, es el asesinato de la reputación personal del líder y su entorno. Y eso se consigue mediante la construcción de escándalos en torno a las personalidades políticas mediáticas. Escándalos que algunas veces son simplemente la difusión de información que destruye la credibilidad de la persona. Se puede fabricar o ser verdad y mucha es mitad y mitad, se fabrica a partir de cierta realidad.

Lo que ocurre, además, es que la política mediática es muy cara, porque no dura sólo la campaña electoral, sino que es constante. Implica toda clase de operaciones que tienen un costo alto. Casi todos los partidos, según los países, recurren a la financiación ilegal, y como hay siempre ilegalidades, éstas se descubren de una manera u otra, y contribuyen a alimentar los escándalos. Incluso se ha creado una industria en torno a esto.

En Estados Unidos se llama la industria de la investigación de la oposición. La integran gente que profesionalmente se dedica a buscar informaciones dañinas sobre los políticos. Lo hacen para cualquier partido, con una alta profesionalidad. Cuanto más arrogante es el poder, cuanto más arrogantes son los políticos, sobre todo los hombres, más se dedican a vanagloriarse sin tomar demasiadas precauciones. Las mujeres son más cuidadosas, aunque no están exentas, pero los hombres son extremadamente imprudentes y dados a hablar de lo que no debieran incluso por teléfono móvil.

De ahí que si hacemos una tabla de todos los grandes escándalos en los principales países del mundo en los últimos veinte años, vemos que sistemáticamente todos los cambios de gobierno o de régimen han estado directamente asociados a la política de escándalo.

Ahora bien, cuáles son los efectos de los escándalos. No son tan directos y evidentes. Son variables. El efecto general de falta de legitimidad política generado por un escándalo demuestra que la persona afectada no es de fiar, pero como nadie es fiable, la gente se queda con los que siente más cerca. Un ejemplo muy claro de esto es Berlusconi.

Berlusconi ha sido documentado como mafioso, como abusador de menores, con fotos. En la prensa italiana los titulares pasaron conversaciones entre sus dos ministras acerca de cómo estimularlo sexualmente en la cama. Todo esto está documentado, abierto, y la gente siguió votando por Berlusconi. Cuando se investiga el tema resulta que los italianos están hartos de toda su clase política y por lo menos con Berlusconi se divertían. Los que no son corruptos son aburridos y nadie les cree. El hundimiento de la credibilidad de la clase política italiana ha creado tal efecto de destrucción de todo el sistema que sobre las ruinas actúan con éxito los bufones. Obviamente, la calidad de la política se va deteriorando. 

Un caso un poco más noble: Clinton y su escándalo sexual con Mónica Lewinsky. Después de mirar al país a los ojos en la televisión y decir no lo hice, y más tarde reconocer que fue una mentira, acabó su mandato con el nivel más alto de popularidad que ha tenido ningún presidente de Estados Unidos. Y cuando le preguntaban a la gente en las encuestas, todos decían lo mismo: sí es un mentiroso, pero todos los políticos son mentirosos y él es un mentiroso más simpático que los otros. 

Buen resultado y mal resultado porque lo que ocurrió cuando se investigó más a fondo es que Clinton acabó con alta popularidad, pero en la elección entre Gore y Bush hubo un efecto de desplazamiento de unos cientos de miles de votos, con un impacto importante en algunas zonas en que votaron electores demócratas para los cuales la moralidad personal era muy importante, y desplazaron su voto hacia Bush. 

Un efecto pequeño, pero significativo porque en Florida donde, aparentemente, Bush ganó la elección, según datos controvertidos, la diferencia era más o menos de unos mil votos con lo cual Gore, que no es que fuera muy brillante, terminó sufriendo el impacto por asociación de la percibida inmoralidad de Clinton. Se eligió a Bush y su gestión fue determinante en la entrada en las guerras y en el catastrófico manejo de las finanzas mundiales. Miren por dónde el “efecto mariposa” de un pequeño rebote de una censura por inmoralidad pasa finalmente a cambiar la trayectoria del mundo.

Otro punto sobre los escándalos: lo que no es variable es el efecto sistemático sobre la destrucción de la credibilidad del sistema democrático y de la clase política. Hay una relación estrecha, estadísticamente probada, entre corrupción y crisis de legitimidad política. Es la crisis que se extiende por todo el mundo. Más de dos terceras partes de los ciudadanos del mundo no cree ser gobernado democráticamente y la credibilidad de los políticos de los partidos, de los líderes, de los gobiernos, de los Parlamentos, está en los niveles más bajos, todos por debajo del 30% o 40%. En América Latina, según los últimos datos de la CEPAL, la gente que cree más o menos en los partidos políticos está en el 20%. Es claro que las instituciones políticas en todo el mundo están en un nivel de prestigio, confianza y credibilidad bajísimo.

Por tanto, la primera conclusión es que la política es mediática y que las condiciones en que se ejerce tiene un papel decisivo en la crisis de la legitimidad. La segunda conclusión es que ha habido una transformación extraordinaria de la comunicación como sistema y, por ende, de la forma como la política pasa por el espacio de la comunicación.


Esa transformación yo la resumo en un simple término, el paso de la comunicación de masas a la autocomunicación de masas como dos formas que coexisten y se articulan. 
Comunicación de masas es aquella que tiene el potencial de llegar al conjunto de la sociedad y que se caracteriza por un mensaje que va de uno a muchos con interactividad inexistente o limitada. Autocomunicación de masas es aquella que va de muchos a muchos con interactividad, tiempos y espacios variables, controlados. Es “auto” porque podemos seleccionar los mensajes, emitir nuestros mensajes, recibir los mensajes y el emisor es al mismo tiempo receptor. Es auto porque nos podemos referir constantemente a un hipertexto de comunicación, de mensajes que están disponibles y de los cuales seleccionamos y obtenemos aquellos elementos que nos permiten construir nuestro propio texto. Cuando la gente dice: los jóvenes menores de 30 años no leen periódicos, dicen algo falso. Ellos leen mucho más que los adultos de todos los países, pero leen por internet, lo cual quiere decir que no leen un periódico, no tienen que tragarse todo lo que salió en un periódico. Toman un trozo de aquí, lo combinan con un programa de televisión acá y una imagen de allá, y la idea es que cada uno se construye su propio mensaje y escoge el universo de comunicación en el que se inserta. 

¿Qué nivel tiene la transformación de la comunicación? No quiero entregar muchos datos, pero sirven para ver la rapidez de la evolución. En el mundo, los usuarios de internet en 1996 eran 40 millones de personas, en 2010 eran mil 600 millones. Lo más importante hoy día es la explosión de la comunicación inalámbrica. Un dato: en 1991 había en todo el mundo 16 millones de abonados de móvil o celulares. En este momento hay cuatro mil 700 millones. Lo cual quiere decir que si consideramos que en muchos países pobres una familia o una aldea o un barrio tienen un número, considerando que los bebés no tienen uno todavía, aunque la tasa de posesión comienza a partir de los cinco años, bueno, esto quiere decir que casi el conjunto de la humanidad está conectada por móviles en estos momentos. No necesariamente por internet, todavía a través del móvil, pero la base ya está creada.

De ahí el impacto de la transformación y la existencia de una comunicación de masas horizontal e interactiva, o sea, estamos en un mundo de comunicación de masas, pero por nuevos medios. En julio de 2009, por primera vez en el mundo, el número de usuarios de los espacios y las redes sociales como Facebook y otros, superó al número de usuarios de correo electrónico. Pensamos que el correo electrónico era obviamente la forma dominante de internet, no, la forma dominante de internet son las redes sociales. 
En 2010 el mundo Facebook tenía 400 millones de usuarios activos de los cuales 50% estaban en Facebook cada día y como media tenían 130 amigos. El nivel de amistad es variable, pero, por lo menos, habían aceptado 130 personas.

Lo más importante es que hay centenares de distintas redes sociales que no tienen que ver con Facebook, YouTube y MySpace, porque se hacen en otras lenguas, en otros países y hay una gran cantidad de espacios que se crean y se destruyen constantemente. En China, por ejemplo, Facebook no es el número uno, hay una red social similar. Obviamente, China hoy día es el país que tiene más usuarios de internet, hay más 675 millones de chinos en internet. 

La asociación creciente de la autocomunicación con los medios de comunicación de masas es en este momento un hecho básico. Los blogs y los medios de autocomunicación de masas se han convertido en una forma continua de exposición de opinión. Constituyen un océano de información.

Por otro lado, los medios de comunicación de masas están intentando articularse con estos medios. La BBC tiene toda una sección para aprovechar el periodismo ciudadano, es decir, gente que hace informes, que envía material. La BBC emplea cientos de personas dedicadas permanentemente a recibir todos esos mensajes y realizando un mínimo de control de calidad de la información, es como si tuvieran una red de corresponsales gratuita. Fíjense que estamos hablando de la economía del valor de uso y a la gente no le importa trabajar gratis con tal de poner su propia programación, su contenido. 

¿Cómo se traduce en el sistema político? Pues bien, la autonomía comunicativa se traduce en capacidad autónoma de intervención tanto en los medios de comunicación tradicionales, como en la capacidad de generar espacios independientes en los medios de comunicación de masas. Independiente de las corporaciones y de los gobiernos. Fundamentalmente, lo que esta autocomunicación de masas genera es una autonomía comunicativa con respecto al conjunto de la sociedad. 

Yo he hecho una tipología rápida a partir de estudios de caso, señalando fundamentalmente dos grandes fenómenos: la formación de nuevos movimientos sociales y, por otro lado, la formación de lo que llamo política insurgente.

Movimientos sociales son aquellos que actúan para cambiar los valores de la sociedad, no el poder político ni la decisión política directamente, sino los valores de la sociedad. Hice en una investigación a profundidad de dos grandes movimientos: por un lado, el movimiento de cambio climático, una agrupación ecologista que consiguió cambiar en el mundo cómo se concibe el cambio climático. Hace 30 años teníamos más o menos los mismos datos que hoy en día, pero nadie sabía lo que era el cambio climático. En este momento las encuestas muestran que el 80% de los ciudadanos en el mundo sabe lo que es el cambio climático y 70% cree que es muy importante y que debería ser prioridad para los gobiernos.

Aun cuando el avance sea lento, la hegemonía cultural de la relación nueva entre cultura y naturaleza, entre producción y conservación, ha cambiado. Esto se debe a una acción comunicativa de una serie de movimientos y de acciones individuales.

También estudié muy bien el movimiento antiglobalización, que en realidad lucha por una globalización justa. Es un movimiento fundamentalmente organizado al establecer relaciones entre lo global y lo local, con grupos locales coordinados, debatiendo constantemente en internet y aterrizando en los lugares donde hay reuniones de nivel mundial para contestar en ese espacio mediático los mensajes que las elites tratan de formular en el control y gestión del mundo. 

Las políticas insurgentes son aquellas que surgen en los márgenes del sistema político, pero tratan de tener un impacto directo sobre las instituciones y los procesos de decisión. Aquí he encontrado dos tipos de situaciones, principalmente:

Primero, una que llamo Comunidades de prácticas instantáneas de tipo político. Son simplemente movimientos espontáneos que surgen como turbulencia de información, de contacto personal a través de un hecho que genera una indignación y que provoca una comunicación de tal tipo que llega a generar efectos políticos por resonancia del mensaje en un amplio sector de la sociedad. 

Hay una serie de estudios de caso, algunos los estudié personalmente. Por ejemplo, el de los móviles en España, sobre todo en Madrid, en marzo de 2004, cuando tuvo lugar la mentira del gobierno de Aznar con respecto a la autoría de quienes organizaron la masacre de Madrid. Aznar trataba de decir que eran los vascos para no decir que fue Al Qaeda. Había elecciones cuatro días después y si era Al Qaeda entonces se le iba a culpar de la matanza porque fue la respuesta de la participación española en la guerra de Irak. Consiguió controlarlo en los medios de comunicación, pero no logró controlar que el sábado antes de la elección un profesor de 30 años enviara un mensaje a 10 amigos suyos pidiendo que protestaran, aunque fuera en la jornada de reflexión organizada institucionalmente en España y, por tanto, no se podía hacer política ni nada. Y como estos 10 amigos suyos se lo enviaron a 10 amigos suyos que se lo enviaron a 10 amigos suyos, bueno. Fue un fenómeno que los matemáticos conocen como de los pequeños mundos, que se articulan y finalmente hay decenas de miles de personas que reciben ese mensaje, pero no de cualquier forma, lo reciben de personas que conocen personalmente porque cada uno se lo envía a su agenda.

Para que vean exactamente el tipo de comunicación, dos meses después Berlusconi tenía las elecciones regionales en Italia, en ese momento tenía problemas, vio lo que le ocurrió a su amigo Aznar y entonces dijo: “Yo soy el rey de los medios, voy a hacer lo mismo, voy a mandar un mensaje el día de la elección a 15 millones de ciudadanos”. Y lo envió y todo el mundo se encontró con su privacidad violada por un político que le dice cómo votar en una cosa tan personal como es el móvil. Es como entrar en mi habitación (aconsejo a los políticos que nunca envíen mensajes directos a la gente pues les van a rebotar). En el caso de Berlusconi fue uno de los factores que hicieron que perdiera esa elección. 

En el caso español yo estudié el desplazamiento de los votos que se produjo. Cuatro días antes ganaban las elecciones los conservadores y lo que ocurrió es que dos millones de jóvenes que no votaban y, sobre todo, no votaban socialista, fueron a votar, pero no por cambiar de opción política, sino como ellos dijeron, para echar a los mentirosos. Un tema moral. En una entrevista que yo hice me dijeron: “no, yo me tapé la nariz y voté socialista, porque era la única manera de acabar con esta pandilla de mentirosos en el gobierno”. 

Otro de estos pequeños grandes efectos, un mensaje de sms generó un movimiento de reacción espontánea en la sociedad, que cambió el sentido de la elección e hizo que Zapatero, que había hecho campaña con la retirada de las tropas en Irak, el primer día que estuvo en el gobierno sacó las tropas españolas de Irak. Fue la primera ruptura de la coalición que se había generado en torno a Bush, a partir de lo cual se fue descomponiendo toda aquella coalición en la invasión de Irak.

En las nuevas formas de campañas políticas, la más evidente es la campaña de Obama en Estados Unidos que todo el mundo acredita al uso de internet, sobre todo en las primarias contra Hillary Clinton, porque a través del internet fue donde Obama consiguió romper la barrera fundamental que existe en las elecciones americanas, que es la barrera de la financiación. 

Obama, para movilizar a la gente que quería un cambio político en el país, rechazó recibir dinero de los donadores habituales, a diferencia de Hillary Clinton y a diferencia de los republicanos. De las donaciones, 62% fueron por internet. Eso requiere un manejo de internet que generacionalmente otros políticos no pudieran ni pensar. En el caso de Obama, además, le ayudó que gente como el cofundador de Facebook organizó la campaña por internet. Pero no era sólo por internet, eran grupos de base conectados entre ellos, dentro y fuera de internet y, por consiguiente, lo que hizo fue transmitir su experiencia de organizador de comunidad de base al mundo de internet. La campaña en internet refuerza la campaña de base organizada política e ideológicamente. 

En cualquier caso, aunque los partidos como los poderes que existen en la sociedad intervienen ese espacio de la autocomunicación, no es que el espacio de comunicación de masas sea de los dominantes y el de autocomunicación de masas el de los dominados, todos intervienen en todos y todo se articula, pero digamos que los márgenes de intervención de los que no tienen mecanismos de poder institucionales en las corporaciones y en los gobiernos se han ampliado extraordinariamente. Es lo único que podemos constatar.

Muchos partidos políticos aún no se enteran o no usan este espacio, ¿por qué? Porque no requiere simplemente saber utilizar internet, requiere entender que internet no es la televisión, no es un tablón de anuncios y requiere una capacidad política para permitir la autonomía y la autorrealización de los ciudadanos. Por tanto, no es un fenómeno tecnológico, es una cultura política.

Hasta ahora he reflejado un mundo donde no aparece la palabra control sobre internet, pero internet no es una estructura angélica, está en un mundo de instituciones, de intereses y corporaciones de gobierno que intentan controlarlo. 

¿Qué ocurre? Para empezar, los grupos propiamente de internet, los bloggers, los Facebook, los YouTube, los Flickers, los MySpace, son corporaciones, pero a estos grupos el control de lo que circula en internet no les interesa, por dos razones:

Primera, porque ellos lo que venden es tráfico de internet, por consiguiente, si crean condiciones disminuye el tráfico. 

Segunda, porque si coartan la comunicación, las barreras de entrada en el espacio de comunicación de internet hoy día son muy bajas. Apenas hace falta capital y el conocimiento tecnológico lo tienen literalmente millones de jóvenes en todo el mundo. Cualquiera de ellos asociándose con amigos monta un grupo como MySpace.com, y es lo que ha ido ocurriendo. Cada vez que ha habido un bloqueo se ha juntado un grupo de cuatro jóvenes. Facebook, también creado por jovencitos que cuando se hacen ejecutivos corporativos cambian, dijeron hace seis meses: “Bueno, sería excelente idea, ya que tenemos 400 millones de usuarios, hacerlos pagar”. Vieron la reacción de millones de personas saliendo de Facebook y cambiaron en una semana. 

Los gobiernos odian internet, todos los gobiernos. Yo he estado en suficientes comisiones gubernamentales, nombradas por los gobiernos para saber. En cuanto comienza una comisión lo primero que llega es el ministro correspondiente a tratar de descubrir cómo controlar internet. Los usuarios lo que quieren es difundir más internet y los gobiernos quieren controlarlo. 

No es tan fácil, ni jurídicamente ni en la práctica. Clinton lo intentó dos veces disfrazándolo de control de pornografía infantil y las dos veces perdió la batalla con el Tribunal Supremo de Estados Unidos. La última decisión de la Corte era interesante en su redacción porque literalmente dice: “Es cierto que internet es el caos, pero los ciudadanos tienen un derecho constitucional al caos”. Encuentro epistemológicamente interesante la noción del derecho constitucional al caos, debe ser mi alma libertaria catalana. 
En Francia Sarkozy lo intentó, el Consejo Constitucional lo bloqueó. En Inglaterra el gobierno laborista lo intentó y la Cámara de los Lores lo bloqueó.

¿Qué pasa con los gobiernos totalitarios? El ejemplo siempre son los chinos. Intentan controlar, pero ¿cómo se hace? Pues se hace por programas automáticos de análisis de contenido, o sea, por robots. Pero son programas de análisis de contenido que funcionan con palabras clave. Hay 60 palabras clave. Entonces, si alguien quiere que no lo controlen no dice la palabra clave. Es algo que los periodistas en Chile o en España aprendieron hace tiempo. Si no dices palabras feas como democracia, Taipei, Taiwán, Tibet, pornografía, cosas así, no te detectan. Entonces hacen otras cosas un poco más brutales que es aterrorizar a los web masters, para que si hay algún problema te la cargas tú y así tienen una red bastante mayor de control, pero que es bastante poco eficaz porque fundamentalmente consiste en vigilar a los que hay que vigilar. Digamos que mueren algunos mensajeros, pero no el mensaje, el mensaje sigue. Claro, si somos el mensajero es un problema, pero si somos el mensaje, el mensaje no se intercepta. 

En China no hay movilización fuerte del tipo que hemos visto en otros países en internet. Es que por ahora a los chinos no les interesa nada la democracia, el 72% de los chinos apoya a su gobierno. El día en que China realmente produzca un movimiento de oposición, por lo pronto más social que político, más de trabajadores urbanos que de campesinos expulsados, ese día ustedes verán cómo internet es un instrumento de movilización autónoma de masas. 

Ha ocurrido en otro régimen que se consideraba inexpugnable. La movilización de masas contra el régimen iraní tuvo como base de organización los móviles e internet. El gobierno iraní es sofisticado y cortó rápidamente las redes de comunicación inalámbricas e internet, pero tenían que dejar algunos puntos de entrada en el país, porque no se puede cortar completamente. Es ahí donde la comunidad internauta mundial intervino con servidores a disposición de los que iban cerrando, con proxis en términos de los pilotos servidores y hubo una manifestación de masas y así fue como nos enteramos de que mataron a esta joven iraní y la noticia recorrió el mundo, y conocimos un movimiento social del que CNN apenas podía informar. Nos enteramos de lo que realmente era la comunidad de periodistas ciudadanos que había en Irán.

Lo que realmente está cambiando es el espacio público donde la sociedad delibera, construye sus percepciones y decisiones. Ese espacio, que fue construido en torno al Estado nación democrático en un momento en que el centro del mundo era el Estado, ha sido erosionado en su capacidad de representación por la globalización, por la construcción de identidades en las que la gente se reconoce y que no coinciden necesariamente con su ciudadanía sino con su identidad religiosa o étnica, local o territorial, de género o personal: el yo como “identidad”, más que el yo como “ciudadano de”. 

Podemos demostrar, empíricamente, que esos procesos han achicado la capacidad de intervención y de representación del Estado-nación. Primero, porque para actuar en la globalización se ha constituido una nueva forma, lo que no significa la desaparición del Estado-nación, sino su articulación en red, lo que llamo el Estado-red, que se forma con las instituciones estatales del Estado-nación interactuando mancomunadamente en redes para intentar algún tipo de control o de gestión de la globalización. Segundo, aparecen identificaciones subestatales, la identificación con términos distintos de ciudadanía política, que van debilitando la capacidad de representación del Estado con respecto a una multiplicidad de intereses. El espacio público está cada vez menos centrado en las instituciones políticas de la sociedad y cada vez más centrado en los espacios de comunicación. El espacio público es el espacio de la comunicación. De ahí que el gran tema en ese espacio depende del control no tanto político como tecnológico y empresarial de los canales de comunicación, de las redes de comunicación. Ahí sí que hay control posible. 

La libre comunicación, que en parte es posible por la visión de unos tecnólogos libertarios que deliberadamente construyeron un espacio muy difícil de controlar, debe ser preservada; pues corresponde a lo que era la libertad de prensa, como libertad básica de la democracia. 

Se requiere una libertad de comunicación interactiva como elemento básico de la autocomunicación de masas y de la capacidad de intervención de la sociedad sobre sí misma, pero eso requiere una regulación. Una regulación por orden del Estado. Ahí es donde las cosas se complican. Se trata de que la autocomunicación de masas sea suficientemente fuerte como para poner presión sobre los Estados y mantener su autonomía. Eso sólo puede lograrse en la medida en que la autocomunicación de masas adquiera una dimensión institucional y en la medida en que los sistemas políticos, incluidos los partidos, se den cuenta de que han llegado al final de su recorrido histórico tal y como son, y que sólo abriéndose a la sociedad podrán encontrar experimentalmente las nuevas formas de organizar la representación y el debate político hacia una decisión compartida.


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