8 oct 2012

Cómo escribir la historia del capitalismo en Chile | Nicolás Ocaranza

La revolución capitalista de Chile (1973-2003) es una edición de la tesis doctoral que el historiador Manuel Gárate Chateau presentó a l‘EHESS de Paris. Se trata de un trabajo ambicioso pero muy bien logrado, cuyo principal objetivo es desentrañar la trayectoria del capitalismo en Chile entre los años 1973 y 2003.

La obra comienza con un análisis de la circulación y recepción de las teorías clásicas del liberalismo económico durante el siglo XIX, siguiendo con la instalación de un experimento neoliberal bajo el autoritarismo político de la dictadura militar, y concluyendo en la continuidad de una sociedad de mercado que se sustentó tanto en el pragmatismo como en un sistema de privatizaciones que transcendió las políticas económicas aplicadas por los seguidores chilenos de la Escuela de Chicago.

Si bien un tema como este requiere el conocimiento específico de una serie de tecnicismos propios del lenguaje de la macroeconomía y de la economía política, el trabajo realizado por el autor logra poner en evidencia, a diferencia de otros estudios apologéticos, auto-expiatorios o sobre-ideologizados, tanto los elementos discursivos de las distintas escuelas económicas y sensibilidades políticas en pugna como los diferentes escenarios de crisis y oportunidad en que se trazó una ruta chilena hacia el neoliberalismo.[1]

Precisamente, la trama que persigue el autor es el devenir e implantación de un modelo que configuró no solo un discurso, sino también una praxis económica cuyas resonancias son aún visibles en la historia reciente de Chile. Desde esta perspectiva se reconstruye y deconstruye la búsqueda de una utopía neoconservadora; utopía que no solo concierne a la tecnocracia y sus debates sobre la fiscalidad y la organización de la economía estatal, sino también a las diferentes coyunturas históricas que permitieron su desarrollo, auge y posteriores cuestionamientos. A través de un detallado análisis del contexto político e ideológico en que se estableció un convenio de intercambio académico entre las Escuelas de Economía de la Universidad de Chicago y la Universidad Católica de Chile, se comprende el proceso de transferencia ideológica de la teoría monetarista y el liberalismo pragmático a una región periférica de América Latina en abierta oposición a las teorías estructuralistas y desarrollistas en boga.

Más allá del debate economicista, la doctrina de la Escuela de Chicago suponía una nueva forma de concebir la sociedad. De acuerdo a las enseñanzas de su máximo ideólogo, Milton Friedman, la movilidad social solo podía lograrse a través de un equilibrio y crecimiento macroeconómico sostenido que permitiera el éxito económico personal. De esta manera, los valores del individualismo y el emprendimiento reemplazarían a todo proyecto colectivo que atentara contra la libertad individual.

El Chile dictatorial se convirtió en un laboratorio experimental en donde fue posible probar todo tipo de ajustes estructurales como la transferencia de capitales, el traspaso y privatización de empresas estatales a compañías transnacionales, hasta políticas de desregulación del sector financiero y flexibilización del mercado laboral.[2] Como bien lo demuestra este estudio, estos ajustes se convirtieron muy pronto en una nueva ortodoxia que bajo la premisa de la estimulación del crecimiento económico y de la no intervención estatal no solo descartó a otros proyectos de planificación económica aún vigentes durante las décadas finales del siglo XX, a saber, el modelo desarrollista de la CEPAL y el socialismo estatista,[3] sino que además logró revertir rápidamente la redistribución social del poder y la riqueza alcanzada por el gobierno de Salvador Allende a inicios de la década de 1970, favoreciendo la concentración del poder político y económico en manos de una elite comprometida con la continuidad del modelo neoliberal.

Paralelamente, el autor propone una interesante lectura de la violencia simbólica causada por aquellas transformaciones económicas planificadas y ejecutadas al alero de una institucionalidad dictatorial, que a partir de la década de 1980 se convirtieron en un modelo inmune a las reformas democráticas que siguieron a las elecciones presidenciales de 1989.[4] Ante la ausencia de un proyecto económico en los militares, la revolución capitalista permitió explicar el fracaso de los proyectos desarrollista y socialista en Chile, al mismo tiempo que entregó argumentos técnicos y científicos para justificar sus políticas dictatoriales, expandiendo la convicción de que la libertad económica era la base de la libertad política. Paradojalmente, fue en un contexto de supresión de las libertades públicas y de clausura de todo debate cuando el proyecto neoliberal logró expandirse y consolidarse sin contrapeso alguno.

Finalmente, el autor retoma el problema del consenso ideológico y la continuidad del modelo económico en democracia.[5] A partir de 1990 una nueva elite tecnocrática desarrolló un importante trabajo de investigación en diferentes centros de estudios vinculados al nuevo gobierno democrático; algunos de ellos asumieron cargos públicos o cumplieron funciones ministeriales claves en las áreas de economía y hacienda. Si bien en el discurso articularon una crítica a las políticas económicas del gobierno de Pinochet, esta fue más bien –como señala el autor- una medida de cohesión para una coalición política heterogénea (la Concertación de Partidos por la Democracia) y una estrategia electoral antes que un verdadero programa de reversión del neoliberalismo.

De esta manera, los actores políticos de la transición democrática chilena, pactada a través de un consenso que suponía la mantención de la estabilidad institucional y macroeconómica, se propusieron aumentar el gasto social al mismo tiempo que trazaron una línea de no confrontación con el empresariado y las organizaciones económicas internacionales, perpetuando así un modelo de crecimiento relativamente exitoso y confiable para los inversionistas pero que ha acrecentado de manera sostenida las desigualdades sociales.[6]


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[1] Un ejemplo de ello puede verse en Sergio de Castro, El Ladrillo: Bases de la Política Económica del Gobierno Militar Chileno, Santiago, Centro de Estudios Públicos, 1992.

[2] En una escala global y local esta tesis también ha sido defendida por David Harvey. Spaces of Global Capitalism: Towards A Theory of Uneven Geographical Development, London, Verso 2006; y Juan Gabriel Valdés. Pinochet's Economists: The Chicago School in Chile, New York and Cambridge, Cambridge University Press, 1995.

[3] El historiador Mario Góngora definió al período 1964-1980 como la época de las planificaciones globales. Véase su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1994.

[4] A partir de la psicología social algunos autores plantean que la rápida instalación de las políticas neoliberales obedeció a contingencias particulares de conmoción y confusión. Véase esta polémica tesis en Naomi Klein. The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism, New York, Metropolitan Books, 2007.

[5] Diversos intelectuales han escrito sobre este problema. Tomás Moulian. Chile actual. Anatomía de un mito, Santiago de Chile, Lom, 1997; Sofía Correa, Alfredo Jocelyn-Holt (et. al.). Historia del siglo XX chileno, Santiago de Chile, Sudamericana, 2001; Gabriel Salazar. Historia de la acumulación capitalista en Chile, Santiago de Chile, Lom, 2003, pp. 151-160; Julio Pinto y Gabriel Salazar. Historia Contemporánea de Chile I. Estado, legitimidad y ciudadanía, Santiago de Chile, Lom, 1999, pp. 99-123; Kurt Weyland, ‹‹La política económica en la nueva democracia chilena››, en Paul Drake e Iván Jaksic (editores). El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa, Santiago, Lom, 1999, pp. 65-87.

[6] Una lectura que considera la crisis de legitimidad del modelo económico chileno puede verse en Alberto Mayol. El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo, Santiago de Chile, Lom, 2012.

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