7 ago 2012

Con qué cara Chávez | Alfredo Jocelyn-Holt

La apropiación de la historia con fines espurios es tan antigua como el mito. Al héroe prehistórico, mitológico, se le conocen “mil caras” (Joseph Campbell). Todas ellas no más que máscaras que esconden no al sujeto al que supuestamente nos remiten, sino al ventrílocuo que mueve los hilos, quien, con arte y disimulo, hace que el muñeco cobre vida, hable, nos mire, engatuse, le “reconozcamos”.

Sobre la historia entendida como qué y qué no ocurrió (¿llovió o no llovió, hubo sol o no, el 11 de septiembre del 73 en Santiago?) sabemos siempre mucho menos de lo que se afirma a ciencia cierta. Lo que es la memoria, la “otra historia”, es feble, no confiable, igual se insiste en que el tamboreo de la memoria hace música. Está también el profesor que pasa por sabio e interroga al alumno: “Dígame, señor, ¿de qué color es el caballo blanco de Napoleón?”, y hay pupilos que responden. Pupilos que de monaguillos mutan en sacristanes, y de ahí en grandes popes, premios nacionales, predicadores de la fe revelada, promotores de tal y cual escuela.

Siguiendo esta pauta infalible -la mala historia da para todo-, Hugo Chávez, hace unos días, tocó la campana, convocó a su gabinete y a unos pocos escolares uniformados (“deja que los niños vengan a mí”) y les impartió su “Lección del Maestro”. Descubrió el retrato del “verdadero rostro” del Libertador (en conmemoración de su 229 año de natalicio), sacó dos pistolas “auténticas” que le habrían pertenecido (en la misma semana de James Holmes, el francotirador de Colorado) y, no menos dramáticamente, exclamó: “¡Viva Bolívar!”. Después nos quejamos de que se nos trate de “sudacas”. ¡Con qué cara Chávez!

La de Bolívar la conocemos en más de una docena de versiones. Hay bolívares criollos, vizcaínos y pardos (negros, mulatos o zambos). No se piense que porque el retrato es una reconstrucción a base de sesudos exámenes, “tomografía axial computarizada al cráneo”, “arcilla digital” y otras vainas científico bolivarianas, éste es menos subjetivo. A mí me gusta especialmente el reconocimiento de la antropóloga forense: “Para la disposición de los tejidos blandos se usaron tablas internacionales y nacionales adaptadas al contexto étnico de Venezuela”. Lo último, de yapa, provee cierta latitud relativa flexible.


Muy “realismo socialista” de vieja guardia. Cristina Fernández, tras lanzar una línea de “muñecos” (“el de El con alitas -su marido Kirchner- me parece divino” ha dicho), acaba de lanzar también a la calle a la “muñeca” por antonomasia (así le llamaba Borges), a Eva Duarte, la de “Volveré y seré millones”, en calidad de ícono de un nuevo billete (a 18 euros a cambio oficial) y, qué rigor justicialista lo suyo, con plena inflación desatada (a 14 euros en el mercado paralelo). De miedo.

¿Y cómo andamos por casa? A la revolución bolivariana la ultraizquierda la tiene en alta estima. Mis alumnos surdo-autonomistas desde hace años me vienen vendiendo la pomada. Los mismos que aúllan que el cogobierno de las universidades argentinas debiera ser un “modelo” para nosotros. Lo que es los nacionalistas “portalianos” salen diciendo que no hay suficiente “educación cívica”, y la izquierda-soviet responde que hay que hacer asambleas y “ciencia” populares. Nous sommes sudamericaines.

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