5 ene 2012

Dictadura: sentido y contexto de un concepto político | Nicolás Ocaranza

En La Condición Humana, Hanna Arendt plantea que solo a través del lenguaje podemos estar en el mundo: ‹‹Desde que la función del lenguaje está en juego, el problema se torna político por definición, puesto que es el lenguaje lo que hace del hombre un animal político››. Si la realidad del mundo político se vuelve tangible a través de las palabras, el lenguaje es el fundamento a través del cual se funda y construye lo político.

Para J.G.A. Pocock, por su parte, la enunciación de los conceptos en la historia también deviene en acto político desde el momento mismo en que en una palabra o concepto se convierte en una imagen cuya potencia y sensibilidad remiten inmediatamente a un sentido contemporáneo que la vuelve siempre actual. Es por eso que difícilmente cuando hablamos de política los conceptos puedan reflejar el falso atributo de la neutralidad, aunque un buen manejo de la retórica pueda hacerlos parecer como tal. Sea de manera consciente o inconsciente, el lenguaje nunca está desprendido de su propia capacidad para construir sentidos sobre la realidad de la que habla. Esto es lo que Pierre Manent define como la fuerza política de la palabra.

Estas premisas, que pueden ser obvias para muchos, no lo son en el caso del polémico cambio de la palabra dictadura por régimen militar en el currículo escolar chileno. Detrás del llamado de la Unidad de Curriculum y Evaluación del Ministerio de Educación a usar un concepto más neutral, se oculta un sofisma que, a través de un artificio retórico, pretende desprender de sentido a un proceso histórico que se proyectó durante 17 años bajo la excusa de la carga negativa que la palabra dictadura de suyo posee. En el caso de la historia contemporánea de Chile que estudia el golpe de Estado de 1973 y la posterior dictadura militar, resulta inquietante desestimar la precisión conceptual de la palabra dictadura reemplazándola por otra aparentemente neutral pero desprendida de toda historicidad.

Si los técnicos del Ministerio de Educación y de la Comisión Nacional de Educación carecen de competencias profesionales para hacerse cargo de este tema, sería importante que antes de tomar una decisión de este tipo realizaran una simple revisión de los principales textos académicos y diccionarios de ciencia política que abordan el concepto de dictadura. En el Diccionario de Política, escrito por Norberto Bobbio, Niccola Matteucci y Gianfranco Pasquino, por citar solo uno de los más conocidos, se puede constatar que las características propias del régimen cívico-militar presidido por el general Augusto Pinochet responden claramente a la definición politológica de una dictadura moderna, cuyos ejes centrales son:

a) La concentración y el carácter absoluto del poder político.
b) La supresión de los procedimientos democráticos y su legitimidad no autorizada inicialmente por reglas constitucionales.
c) Una instauración de facto que establece la ley marcial y el estado de sitio como fundamentos del orden social.
d) El trastorno del orden político preexistente movilizando a una parte de la sociedad y sometiendo con violencia a la otra.
e) Instauración de un poder que no sufre límites jurídicos y carece de reglas claras para su propia sucesión.
f) Legitimación del orden de facto mediante una nueva constitución, lo que la convierte en una dictadura constitucional.
f) Su duración no está fijada con anticipación, pese a que se presenta como temporal, sino que depende de las vicisitudes históricas en las que se desenvuelve, convirtiéndose en una forma de gobierno “normal” y permanente.

Junto a esta precisión terminológica, ciertamente necesaria, es preciso no olvidar que además de los conceptos, hay ciertos acontecimientos y procesos conflictivos de la historia que son vulnerables a determinados usos políticos del pasado. En este caso, pretender una asepsia conceptual de uno de los períodos más sombríos y violentos de la historia de Chile, en el cual la tortura, el exilio y las desapariciones de miles de compatriotas estuvieron a la orden del día, no solo es de una ambigüedad y una ceguera intelectual inaceptable sino también de un descriterio a la hora de enseñar a los futuros ciudadanos de Chile los valores de la democracia y los derechos humanos. El humanismo moderno, escribe Tzvetan Todorov, se distingue por dos características ‹‹el reconocimiento del horror de que son capaces los seres humanos (…) y la posibilidad del bien.››

La historia, en tanto estudio de los hombres en la sociedad y relato interpretativo a partir de los indicios que el pasado nos lega, es una disciplina que debe aportar un sentido crítico y para ello el uso correcto de los conceptos políticos en su aplicación a la historia es un imperativo. Solamente a través de su correcta transmisión a las futuras generaciones podremos construir una sociedad que sea capaz de mirarse a sí misma lejos del resentimiento causado por aquellas heridas que jamás serán cerradas con una mirada autocomplaciente de nuestro pasado reciente. Por ello, el uso crítico de los conceptos que refieren al pasado no solo es esencial para todo ciudadano como parte central de la vida política, sino que también es un ejercicio de honestidad intelectual para quienes estudian y enseñan la historia, sin mirar si esta interfiere o no con las intenciones del gobierno de turno.

En definitiva, las autoridades deberían velar por una enseñanza de la historia con un sentido público fundado en el reconocimiento, pero para ello es preciso no revestir con eufemismos aquellos conceptos que remiten correctamente al horror del pasado reciente. De lo contrario, seguiremos mirándonos en un espejo trizado sin poder observar jamás el verdadero rostro de nuestra democracia imperfecta.


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Hanna Arendt, La condition de l’homme moderne. Paris: Agora Pocket, 2001.

Norberto Bobbio, Niccola Matteucci y Gianfranco Pasquino, Diccionario de Política. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2005.

J. G. A. Pocock. Political Thougt and History. Essays on Theory and Method. Cambridge, Cambridge University Press, 2011.

Tzvetan Todorov, Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX. Barcelona: Península, 2002.


Fotografías de Koen Wessing


1 comentario:

MARIO RIVAS ESPEJO dijo...

PEOR QUE "REGIMEN MILITAR"! LA DERECHA CHILENA Y LA MUGRIENTA "REVISTA JUPITER" DICE QUE PINOCHET ERA UN POETA POR QUE DIJO "PRONUNCIAMIENTO"ME CORTARON LA ENTRADA POR QUE NO PARE DE CRITICARLOS CON SEVERIDAD! INCLUSO DIJIERON QUE PAUL GRUKMAN Y YO NOS HABIAMOS ESCAPADO DEL HOSPITAL SIQUIATRICO! ASI ANDA CHILE! YO TENGO MIEDO QUE CON 21% DE POPULARIDAD DE PINARA SE GENERE UNA CRISIS POLITICO-CONSTITUCIONAL! Y AHI LA COSA SE PONE GRAVE! MUY GRAVE